Ese instante, en el que dejo de
sentir su aroma, miro como sus pies avanzan para el lado contrario al que yo me
dirijo. Frunce el ceño y con una mínima mueca nos despedimos, hasta mañana o
quien sabe hasta cuando.
Porque se aleja,
logro darme cuenta de que quiero volver a verlo, a disfrutar del brillo de sus ojos, rozar la suavidad de
su piel con mis dedos. Por mi rostro, caen dos, tres, cuatro lágrimas que
anuncian la tristeza y angustia con la que ahora carga mi corazón.
¿Qué voy a hacer el
resto del día? ¿Qué vamos a hacer mañana por la mañana? cuando abramos los ojos
sintiendo cariño, estando lejos y sin hablarnos.
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