Acudí a tu auxilio de forma inmediata; “Hola, ¿Qué tal?”, tu sonrisa y perdi por goleada. Una ráfaga de balas seductoras no lograban vulnerar mi corazón idiota, y con mi seguridad ya en la miseria, fuimos por un café, juntos, los tres: vos, yo y tu histeria.
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