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lunes, 1 de abril de 2013


No tenían muchas cosas en común, sus edades eran distintas, sus maneras de caminar no coincidían y mucho menos la estatura (él para besarla tenía que agacharse o de lo contrario ella encontrar un escaloncito para pararse y llegar minimamente a toparse con su pera). Casi nunca pensaban igual, tenían ideas muy diferentes, él era dueño de si mismo, ella una insegura de mierda. La vida les sonreía, (esa era una de las pocas cosas que podían compartir) y bueno sus manos, parecían haber sido hechas como piezas exactas para encajar una con otra, y así les devolvían la sonrisa a la vida, con los dedos entrelazados y mirando a la misma dirección.

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