Sin
dudas, somos unos expertos en postergar todas las cosas, como dirán, unos colgados.
Todo va a parar al baúl y debajo de las almohadas, desde los abrazos hasta las
charlas que empiezan con un “tenemos que hablar” y así solo empieza la extensa
lista. Es que la mayoría de las veces no
me escuchas porque no queres, porque no podes, porque simplemente no. Excusas, excusas, excusas. Yo quisiera tener excusas para que nos
olvidemos un poco de los dos y no creerte tanto a vos. Me dejas con las palabras en la
boca y la
rabia sigue acumulándose en un frasquito, uno mas de los tantos que guardo para
la ocasión. Solías inventarme un nombre distinto cada noche y me pedias que lo intentemos otra
vez pero yo me siento a la mitad del
camino, y que por cada paso que avanzamos,
retrocedemos dos. No hay coherencia en toda esta situación,
ni siquiera logras llenar mi corazón. Perdon, pero ya no quiero jugar.
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