Me negaba a pensar que me iba a volver a
pasar. Otra vez tener los sentimientos demasiado lejos. Demasiado era mucho
para dos personas que se quieren. Demasiado es un centímetro de mas. Y no
era el caso, eran miles de millones de centímetros lo que distanciaba aquello.
No podía imaginar una cama sin sus ojos
cerrados y su brazo por encima de mi espalda. No quería imaginar cada mañana
sin su “buenas tardes”, su beso apurado y la guerra de cosquillas. No quería.
No quería que vinieran a mi cabeza que todas esas cosas iban a desaparecer casi
completamente. Porque me gustaban hasta
las peleas, hasta las arrugas que se le forman entre las cejas cuando dice que
no me entiende. No, no es justo. Ya se que la vida no es justa, pero ¿van a
cagarse en todo esto? Quiero tener su mano al caminar, que la apriete y no haga
falta que nos miremos para saber lo que sentimos. Quiero que cuando este mal me
lo cuente y tomar varios trenes para un abrazo de seis o siete minutos. O una
siesta abrazados.
Quiero amarlo y que me ame. En cualquier
sitio. Quiero que cuando me mire vea alguien que le llena como el me
llena a mi. Pero es difícil intentar construir una
relación cuando la mayor parte del tiempo “estar juntos” no forma parte de la
ecuación.
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